El turismo está en un punto de inflexión. Tras décadas de crecimiento acelerado (que ha traído consigo beneficios económicos, intercambios culturales y desarrollo territorial), el sector se enfrenta hoy a preguntas difíciles:
¿Quién se beneficia realmente del turismo?
¿Cuál es su coste ambiental y social?
¿Qué papel puede desempeñar en la lucha contra el cambio climático, la desigualdad o las crisis globales?
Estas preguntas son el eje central del informe Travel and Tourism at a Turning Point: Principles for Transformative Growth, publicado por el Foro Económico Mundial.
En este artículo hacemos un resumen de los principales contenidos del informe y destacamos las claves para el futuro del sector: un turismo transformado, basado en valores regenerativos, inclusivos y resilientes.
Un sector poderoso, pero vulnerable
Pocos sectores tienen un impacto tan amplio como el turismo.
Representa cerca del 10% del PIB mundial, genera más de 330 millones de empleos y moviliza billones de dólares en gasto anualmente.
Su alcance trasciende las playas y los hoteles: activas cadenas de suministro en agricultura, transporte, tecnología, comercio y cultura.
Sin embargo, esta misma interconexión lo hace vulnerable.
La pandemia de COVID-19 redujo su PIB global casi a la mitad en 2020. A eso se suman las tensiones geopolíticas, los efectos del cambio climático, el aumento del coste de vida y una creciente insatisfacción de las comunidades receptoras.
En muchas ciudades y regiones, la convivencia entre turistas y residentes se ha vuelto tensa, y en algunos casos, insostenible.
Al mismo tiempo, están surgiendo nuevas demandas: generaciones más jóvenes que viajan con criterios éticos, un auge del turismo de bienestar y naturaleza, y tecnologías que permiten experiencias más personalizadas y sostenibles.
Estamos, claramente, ante una encrucijada.
Oportunidades de crecimiento vs. puntos de tensión
El informe identifica dos grandes fuerzas en juego.
Por un lado, existen áreas de crecimiento que ofrecen nuevas posibilidades: mercados emergentes como India y China, experiencias digitales inmersivas, segmentos de nicho como el ecoturismo o los viajes híbridos (trabajo + ocio), y un fuerte interés por lo auténtico, lo local y lo saludable.
Por otro lado, persisten puntos de tensión estructurales:
- La masificación y saturación de destinos, que genera impactos negativos en el entorno y en la vida cotidiana de los residentes.
- Una distribución desigual de los beneficios, que deja fuera a pymes, comunidades rurales o trabajadores precarios.
- La fragilidad ante crisis sanitarias, climáticas o políticas.
- La creciente huella ecológica del sector, especialmente en términos de emisiones, uso de recursos y residuos.
Frente a este escenario, el informe propone un cambio de enfoque: pasar de un turismo centrado en el volumen y la eficiencia, a un turismo centrado en el valor, la calidad y el equilibrio.
Cinco principios para un turismo transformado
La propuesta se estructura en torno a cinco principios fundamentales que deberían orientar toda política turística moderna:
1.- Prosperidad compartida – El turismo solo puede considerarse exitoso si los beneficios que genera se distribuyen de forma más justa.
Esto implica apoyar a las pymes, promover el empleo digno, facilitar el acceso de grupos marginados y asegurar que las comunidades locales tengan voz en el diseño y la gestión de la actividad turística.
2.- Gestión del impacto – No basta con reducir el daño: el nuevo paradigma es regenerar. El turismo debe contribuir activamente a la salud de los ecosistemas, la revitalización de culturas y la cohesión social.
Esto implica medir y gestionar el impacto de forma sistemática, basándose en datos, evidencias y límites ecológicos reales.
3.- Resiliencia operativa e institucional – El sector necesita ser más adaptable y resistente ante crisis.
Esto requiere planificación por escenarios, infraestructura climáticamente inteligente, sistemas de alerta temprana y una gobernanza capaz de actuar con agilidad. También implica diversificar mercados y modelos, para no depender de un único tipo de viajero o temporada.
4.- Diversidad de modelos turísticos – El modelo turístico hegemónico (basado en el sol y playa, los paquetes masivos y la concentración geográfica) ha demostrado ser poco sostenible.
Es necesario fomentar propuestas diversas: turismo rural, cultural, científico, comunitario, espiritual, gastronómico… Modelos que generen más valor con menos impacto.
5.- Colaboración radical – El turismo es un fenómeno complejo que requiere una gestión igualmente compleja.
La transformación solo será posible mediante alianzas sólidas entre gobiernos, sector privado, academia, sociedad civil y comunidades locales.
Una colaboración “radical” significa abrir espacios de decisión, distribuir el poder y construir juntos una visión compartida.
Siete áreas clave de intervención
Para poner estos principios en práctica, el informe identifica siete áreas prioritarias de intervención, que funcionan como pilares operativos de la transformación:
1.- Rediseño de la movilidad – La forma en que nos desplazamos es una de las principales fuentes de emisiones del turismo.
Es urgente invertir en aviación más limpia, expandir el tren como alternativa, mejorar la movilidad urbana sostenible y facilitar el acceso a destinos menos conectados.
2.- Infraestructura turística sostenible – Los nuevos alojamientos, centros turísticos y servicios deben diseñarse con criterios ecológicos, accesibles y resilientes.
No se trata solo de tecnología verde, sino de arquitectura humana, pensada para residentes y visitantes por igual.
3.- Empleo y cadenas de valor justas – El turismo necesita repensar sus relaciones laborales. Profesionalización, estabilidad, condiciones dignas y equidad de género deben ser la norma.

Business people and receptionist at modern lobby of business center building or hotel
También es clave reconectar al turismo con las economías locales: artesanos, agricultores, proveedores de servicios.
4.- Restauración ambiental y adaptación climática – El turismo debe convertirse en un aliado de la naturaleza.
Desde proyectos de reforestación hasta protección costera o gestión del agua, cada acción turística puede contribuir a restaurar, no a destruir.
5.- Diseño centrado en las personas – Un destino turístico debe ser, ante todo, un buen lugar para vivir.
Urbanismo inclusivo, participación ciudadana, distribución de los flujos turísticos y convivencia armónica son fundamentales para asegurar la legitimidad del turismo en el largo plazo.
6.- Apoyo a las pymes – Las pequeñas empresas son el alma del turismo auténtico, pero muchas enfrentan barreras para competir.
Acceso a tecnología, financiación, formación y apertura de mercados son elementos clave para su fortalecimiento.
7.- Promoción de modelos regenerativos – Hay que apostar decididamente por propuestas turísticas que integren cultura, naturaleza, espiritualidad y comunidad.
No como nicho alternativo, sino como centro de la estrategia futura del sector.
Un nuevo contrato turístico
El informe concluye con una propuesta profunda: repensar el turismo como un nuevo contrato social y ecológico.
Un acuerdo entre viajeros, anfitriones, empresas y Estados, basado en principios de respeto, equidad, cuidado mutuo y responsabilidad compartida.
El turismo puede ser una herramienta poderosa para reimaginar el mundo.
Como un puente entre culturas, una fuente de empleo significativo, una vía de conexión con la naturaleza, y un espacio de aprendizaje y transformación personal.
Pero ese potencial no se activará automáticamente. Requiere voluntad, innovación, inversión y, sobre todo, un cambio de mentalidad.
El momento de actuar es ahora
No estamos ante una crisis pasajera, sino ante una oportunidad histórica.
El turismo, bien orientado, puede ser uno de los motores más eficaces para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, regenerar territorios, reducir desigualdades y tejer nuevas formas de convivencia global.
Puedes descargar el informe completo en el siguiente enlace: